Mes del matrimonio!

En este mes, no podíamos dejar de felicitar a todos ustedes,  hombres y mujeres, que transitan día a día el matrimonio, y con eso todo lo que implica! Hoy me tomo el atrevimiento de introducirme un poco en cada uno de sus pequeños mundos, y darles mi humilde consejo.

El amor ideal, duradero, indestructible, a prueba de balas, no existe. El matrimonio es algo que se construye día a día, ladrillo por ladrillo, y no es otra la manera de que prospere. No hay formulas mágicas ni “medias naranjas”.

Cuando dos personas deciden convivir, compartir todo los días un mismo techo, deben acordarse de lo más primitivo de todo:  cada persona trae consigo un propio pasado de costumbres, tics, manías, defectos, virtudes. Es importante ceder y aceptar que no todos respondemos de la misma manera, y ver cómo se puede congeniar para que el día a día no sea una suma de reproches y de demandas. No demandar tanto, esperar menos y dar más. Los caprichos y la falta de empatía son los aliados número uno de la ruptura: si uno no sabe ponerse en el lugar del otro, es hora de empezar a cambiar.

Hay que tener en cuenta todo: el cansancio del que vuelve de trabajar, la sensibilidad que traen determinados conflictos familiares, las frustraciones de las mujeres, las obligaciones del hombre, los gustos diferentes. Por eso, no tratemos de cambiar al otro: LEY PRINCIPAL DE TODO MATRIMONIO.  Tomemos a cada uno tal cual es, y dejemos que los cambios se realicen por voluntad propia, esos cambios son los que perduran y aportan a la convivencia.

-Los “recién casados” todavía tienen la adrenalina de lo nuevo, la cuota de sorpresa y de incertidumbre: les falta terminar de adornar la casa, empiezan a disfrutar de la compañía diaria, a construir un “hogar” entre los dos, a llamarse “marido y mujer”.

-Los matrimonios de varios años: tienen la tarea más difícil. Son los que deben implementar la metáfora de la “plantita que se riega todos los días”. Suena utópico, pero es real, y hasta imprescindible. Hay infinitas maneras de no caer en la rutina, de no priorizar sólo los hijos, las cuentas, las quejas, el egoísmo, y la falta de libertad. Hay que volver a ser “novios” por un rato, porque sino, el matrimonio corre el riesgo de romperse o de ser una carga (por más duro que suene). ¡Tanto ellas como ellos tienen que salir a la cancha, e inventar, lo que sea! Hay una lista interminable de cosas para hacer y para proponerse. Volver al inicio, salir a comer afuera, ir al cine, salir a bailar de vez en cuando, ir a algún concierto, ver alguna obra de teatro, comidas sorpresa, regalos sin motivo, poner el ojo un poco más en los detalles y no sólo en las obligaciones!

- Las parejas que tienen hijos, pasan por otras situaciones.  Los hijos son el único vínculo indestructible entre los padres, pero hay que tener cuidado en que no acaparen toda la atención, e invadan todos los espacios. No hay que dejar de lado la intimidad y las necesarias “charlas” para que sea posible un entendimiento real. Las mujeres solemos ponernos monotemáticas cuando tenemos un hijo, ¡ojo! Y nunca competir en las decisiones, ni en los límites: educar de manera conjunta, que los hijos sean un punto de unión y no de separación.

¡Y por último! Nada que valga la pena no requiere UN GRAN GRAN ESFUERZO. El destino lo arman cada uno de ustedes, y esto va para todos los ámbitos de la vida. Compartir la propia vida con otro es trabajar todo los días, luchar contra lo que no queremos, contra la tentación, el aburrimiento, las pérdidas, el trabajo, las diferencias. ¡VALE LA PENA LUCHAR POR TODO ESTO!

¡Feliz día del matrimonio para todos ustedes! Salgan a festejar que un día se vieron el uno al otro y que decidieron elegirse para toda la vida!

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